Lo divertido de comer sano

lunes, 22 de julio de 2013

Esta historia empezó hace 2 meses atrás, cuando Leonardo comenzó a sentirse mal físicamente, y es que no solo había subido de peso, si no que además comenzaban a darle náuseas y mareos de la nada. Lo más sabio fue llevarlo al doctor para que le hicieran los análisis necesarios y pudiéramos descubrir qué estaba pasando con mi querido hijo.  Y fue una triste noticia cuando me enteré que sus niveles de glucosa, colesterol y triglicéridos estaban muy elevados. Estaba más que preocupada por su salud, así que a sus once años, Leonardo tuvo que ir al nutricionista y aceptar que tenía que hacer dieta.

Sentí que todo era mi culpa, tanto viaje por trabajo, tanto salir a comer a la calle, había llevado a mi hijo a convertirse en un niño no solo obeso, si no que había afectado su salud. Pero no era momento de sentirme mal, si no al contrario de tomar decisiones y acciones rápidas que nos llevaran a solucionar el problema.

Y como hacemos siempre que tenemos algún dilema, nos sentamos a conversar solos los dos. Quería que entendiera que lo que le estaba pasando era producto del descuido en su alimentación y su rutina de ejercicios, y cuáles eran las consecuencias de no seguir las indicaciones del doctor. La idea no era asustarlo, pero debía tomar conciencia del porqué le pedía que cambiara sus hábitos alimenticios para que no fuera una obligación, si no su decisión de querer sentirse mejor.



Yo no creo que asustando a la gente podamos lograr más que cuando les explicamos la importancia de hacer lo correcto, y cómo sus decisiones no solo afectan a la misma persona, si no también a los demás. Los niños tienen una gran capacidad de entender cuándo tenemos la paciencia y el amor para quererles enseñar. Y aunque nos parezcan muy pequeños para procesar mucha información, es el lenguaje universal del amor lo que su corazón llega a entender mucho mejor que cualquier adulto.

Una de las cosas más difíciles para un niño debe ser quitarle el dulce, y la primera dieta era muy estricta y en el transcurso de los meses se la variaron 4 veces más, pero como toda en la vida la fuerza de voluntad hace que podamos superar el mayor de los obstáculos, si realmente nos lo proponemos. 

Y como no hay mejor manera de aprender algo que con el ejemplo, la dieta fue estricta para los dos. Dicen que la pena entre dos es menos atroz, pero me gusta más mi versión de que la vida es mejor cuando tienes con quien compartirla. Así que nos pusimos de meta, bajar 5 kilos en 2 meses. 

Me tocaba idear la manera de que esta situación no fuera un régimen de 2 meses, si no de convertirla en la oportunidad de ser cómplices en esta aventura de aprender a comer bien para sentirse saludablemente. No tenía que ser esta una experiencia horrible porque podíamos encontrarle el gusto a  probar nuevos alimentos y de tener una actividad que nos uniera más.

Y aunque fue difícil y por momentos se me rompía el corazón al decirle que no podía comer de cosas que sabía él disfrutaba, encontramos alternativas más saludables y aprendimos a disfrutar juntos de ver como logrando primero nuestra pequeñas metas, podíamos al final obtener grandes resultados.

Hubo una ocasión en la que estaba comprándole a una señora unos chicles mentolados sin azúcar y Leonardo se volteó y me dio la espalda. Yo preocupada le pregunté si le pasaba algo, y me dijo con pena que prefería no ver los dulces para que no le provocara nada. Y son esos momentos de prueba donde debemos decidir si queremos sentirnos buenas o queremos hacer que nuestros hijos sean los buenos. Así que con el corazón estrujado y aguantándome las lágrimas, solo lo besé y le agradecí por tenerlo como hijo, y efectivamente no caí en la tentación de comprarle una golosina. Sabía que si hacía una excepción y daba mi brazo a torcer, no iba a encontrarle la importancia al sacrificio que estábamos haciendo.


A principios de este mes, tuvo que hacerse nuevos análisis y grande fue nuestra alegría al ver los resultados de sus pruebas. Sus nieveles habían bajado a la mitad, y aunque físicamente se notaba que había bajado de peso, lo más importante era que se sentía mejor de salud.

Le dije que estaba muy orgullosa porque sus sacrificios había tenido un final feliz. Que a mí no me importaba que fuera gordito siempre y cuándo su salud estuviera bien. Que había logrado algo que muy pocas personas podían y era mantenerse firme con sus decisiones. 

Porque en la vida siempre van haber obstáculos para alcanzar la felicidad, pero cuando estamos decididos y queremos de corazón algo, lo podemos hacer realidad siempre que no descansemos por lograrlo.  Que pequeñas metas nos llevan a cumplir metas más grandes y que podemos convertir una difícil situación en algo positivo si cambiamos la manera de mirar los problemas, pero sobretodo que siempre podrá contar conmigo cuando necesite mi ayuda, para apoyarlo en los proyectos a los que me quiera invitar a participar.

Aún sigue con una dieta que ya no es tan estricta, pero lo mejor de todo es que sus hábitos cambiaron, y esta lección de vida le servirá de adulto para saber qué elegir a la hora de comer.



1 comentarios:

Mara on 23 de julio de 2013, 7:34 dijo...

Me encantó tu historia Karen!!!! Qué difícil es ser mamá y aunque suene a frase hecha. De verás que no lo sabes hasta que lo vives. Te felicito amiga sigan adelante juntos se puede TODO!!!! besos.mara

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