¡Dulces Sueños, Mi Amor!

viernes, 6 de febrero de 2015

 Cuando Leonardo era pequeño tenía una energía inagotable, que en muchas ocasiones vencía mis fuerzas, y aunque hubieron noches que me costaba aguantarme las ganas de llorar por no poder seguirle el ritmo, llevarlo a la cama es uno de los momentos mágicos que más atesoro en mi corazón.

Porque gracias a la oscuridad de la noche, tenía la excusa perfecta de poder acurrucarlo entre mis brazos y sentir su calor y olor, poder arrullarlo dulcemente con nuestra canción, esperando poder relajarlo y conducirlo al maravilloso mundo de los sueños.

Y en el momento que cerraba sus ojos, el mundo se detenía. Y en esos breves instantes de tranquilidad podía apreciar lo inmensamente bendecida que estaba por la oportunidad de poder ser la mamá de Leonardo. E inmediatamente con el agradecimiento, venían los buenos deseos de una vida feliz para él, así como la promesa de ser una mejor mamá y persona para mi hermoso bebé.

Sé que después de llegar de trabajar y cumplir con las tareas del hogar, además de terminar cansadas de atender a nuestros hijos, el bello sonido del silencio es un momento que disfrutamos para volver a recuperar la calma y la paciencia perdida por un difícil día, porque ser mamá es una tarea muy extenuante.

Y conforme fue creciendo Leonardo, la rutina de hacerlo dormir fue cambiando. Ya no eran solo canciones de cuna, si no además algún cuento breve que al final terminaba con una oración al Ángel de la Guarda donde podía apreciar el generoso corazón de mi hijo pidiendo bendiciones por todo el mundo, y su respectivo beso de "Buenas noches".

Esos besos que son el mejor pago al finalizar el día, y la mayor motivación de que pronto llegue un nuevo anochecer para volver a recibirlos; con el paso del tiempo se van coleccionando y nos sirven de alimento para los días difíciles que nos toca vivir por tener la hermosa responsabilidad de ser mamás.

Es inevitable que nuestros hijos crezcan y aunque nos gustaría detener el tiempo, no podemos luchar contra el pasar de los años, pero como todo en la vida hay un lado bueno en dejarlos madurar.

Normalmente, el último trimestre del año tengo la carga más fuerte de trabajo, y como Leonardo ya está en secundaria, la idea de que pronto irá a la Universidad me tiene invirtiendo mi tiempo "libre" en poder incrementar mis ingresos. Y como aumentar mi salario significa disminuir mis horas de sueño, hay días en que termino muy fatigada, y una de esas noches sucedió algo que es digno de compartir.
 
Llegué a casa muy entrada la noche, y luego de haber tenido un día de estar corriendo y alistando todo para el evento con nuestros clientes, al finalizar la jornada tenía que hacer las veces no solo de anfitriona si no que también de animadora, y luego de estar más de 10 horas con mis tacos 12, mi cuerpo solo quería llegar a morir en mi cama.

Ni siquiera encendí la luz, y era tan fuerte mis ganas de echarme, que no tuve el tiempo de colocarme el pijama y quitarme los zapatos. Recuerdo que solo caí boca abajo y rápidamente perdí el conocimiento. En segundos mi cuerpo ya estaba desconectado como si hubiera presionado el botón de "Apagado"

Y como si fuera un sueño recuerdo que un ángel me quitó los zapatos, me puso la manta de polar encima para cobijarme, con sus tiernas manos acarició mi cabeza (y mi orejita) y luego de un dulce beso me dijo que me había dejado en el velador un técito por si me levantaba con sed.

Y digo que lo sentí como un sueño porque aunque me hubiera gustado poder levantarme mi cuerpo no respondió hasta el día siguiente que tenía que alistarme nuevamente para ir a trabajar. Pero, como todos mis bellos sueños me quedé con esa sensación de amor y seguridad, con esa ternura y cuidados prodigados por Leonardo al ver que su mamá estaba tan cansada.

Por eso, no importan los días difíciles que podamos tener, o los sacrificios que tengamos que hacer, si le ponemos el corazón y le dedicamos nuestro amor a nuestros hijos; ellos crecerán y sabrán recompensar todo el esfuerzo que tengamos que hacer.

Gracias Leonardo, porque no puedo decir con palabras lo inmesamente feliz que me haces con tus detalles, lo afortunada que me siento por ser tu mamá, y sobretodo lo orgullosa que me siento de tu generoso corazón. Eres la motivación más grande que tengo para seguir adelante, así como el mejor premio que la vida me ha dado por tratar de convertirme en una mejor persona.
 
Te dejo escrita nuestra canción de cuna, para esos días que cuando estés lejos de mí, puedas traer contigo esas noches mágicas juntos y recuerdes que siempre te voy a amar.

A dormir, duerme ya
duermeté mi Leonardo
Duerme ya, mi amor, 
pedacito de mi corazón

Cierra ya los ojitos,
duermeté por favor;
duerme ya mi tesoro,
pedacito de mi amor.


 

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