¡Dulces Sueños, Mi Amor!

viernes, 6 de febrero de 2015

 Cuando Leonardo era pequeño tenía una energía inagotable, que en muchas ocasiones vencía mis fuerzas, y aunque hubieron noches que me costaba aguantarme las ganas de llorar por no poder seguirle el ritmo, llevarlo a la cama es uno de los momentos mágicos que más atesoro en mi corazón.

Porque gracias a la oscuridad de la noche, tenía la excusa perfecta de poder acurrucarlo entre mis brazos y sentir su calor y olor, poder arrullarlo dulcemente con nuestra canción, esperando poder relajarlo y conducirlo al maravilloso mundo de los sueños.

Y en el momento que cerraba sus ojos, el mundo se detenía. Y en esos breves instantes de tranquilidad podía apreciar lo inmensamente bendecida que estaba por la oportunidad de poder ser la mamá de Leonardo. E inmediatamente con el agradecimiento, venían los buenos deseos de una vida feliz para él, así como la promesa de ser una mejor mamá y persona para mi hermoso bebé.

Sé que después de llegar de trabajar y cumplir con las tareas del hogar, además de terminar cansadas de atender a nuestros hijos, el bello sonido del silencio es un momento que disfrutamos para volver a recuperar la calma y la paciencia perdida por un difícil día, porque ser mamá es una tarea muy extenuante.

Y conforme fue creciendo Leonardo, la rutina de hacerlo dormir fue cambiando. Ya no eran solo canciones de cuna, si no además algún cuento breve que al final terminaba con una oración al Ángel de la Guarda donde podía apreciar el generoso corazón de mi hijo pidiendo bendiciones por todo el mundo, y su respectivo beso de "Buenas noches".

Esos besos que son el mejor pago al finalizar el día, y la mayor motivación de que pronto llegue un nuevo anochecer para volver a recibirlos; con el paso del tiempo se van coleccionando y nos sirven de alimento para los días difíciles que nos toca vivir por tener la hermosa responsabilidad de ser mamás.

Es inevitable que nuestros hijos crezcan y aunque nos gustaría detener el tiempo, no podemos luchar contra el pasar de los años, pero como todo en la vida hay un lado bueno en dejarlos madurar.

Normalmente, el último trimestre del año tengo la carga más fuerte de trabajo, y como Leonardo ya está en secundaria, la idea de que pronto irá a la Universidad me tiene invirtiendo mi tiempo "libre" en poder incrementar mis ingresos. Y como aumentar mi salario significa disminuir mis horas de sueño, hay días en que termino muy fatigada, y una de esas noches sucedió algo que es digno de compartir.
 
Llegué a casa muy entrada la noche, y luego de haber tenido un día de estar corriendo y alistando todo para el evento con nuestros clientes, al finalizar la jornada tenía que hacer las veces no solo de anfitriona si no que también de animadora, y luego de estar más de 10 horas con mis tacos 12, mi cuerpo solo quería llegar a morir en mi cama.

Ni siquiera encendí la luz, y era tan fuerte mis ganas de echarme, que no tuve el tiempo de colocarme el pijama y quitarme los zapatos. Recuerdo que solo caí boca abajo y rápidamente perdí el conocimiento. En segundos mi cuerpo ya estaba desconectado como si hubiera presionado el botón de "Apagado"

Y como si fuera un sueño recuerdo que un ángel me quitó los zapatos, me puso la manta de polar encima para cobijarme, con sus tiernas manos acarició mi cabeza (y mi orejita) y luego de un dulce beso me dijo que me había dejado en el velador un técito por si me levantaba con sed.

Y digo que lo sentí como un sueño porque aunque me hubiera gustado poder levantarme mi cuerpo no respondió hasta el día siguiente que tenía que alistarme nuevamente para ir a trabajar. Pero, como todos mis bellos sueños me quedé con esa sensación de amor y seguridad, con esa ternura y cuidados prodigados por Leonardo al ver que su mamá estaba tan cansada.

Por eso, no importan los días difíciles que podamos tener, o los sacrificios que tengamos que hacer, si le ponemos el corazón y le dedicamos nuestro amor a nuestros hijos; ellos crecerán y sabrán recompensar todo el esfuerzo que tengamos que hacer.

Gracias Leonardo, porque no puedo decir con palabras lo inmesamente feliz que me haces con tus detalles, lo afortunada que me siento por ser tu mamá, y sobretodo lo orgullosa que me siento de tu generoso corazón. Eres la motivación más grande que tengo para seguir adelante, así como el mejor premio que la vida me ha dado por tratar de convertirme en una mejor persona.
 
Te dejo escrita nuestra canción de cuna, para esos días que cuando estés lejos de mí, puedas traer contigo esas noches mágicas juntos y recuerdes que siempre te voy a amar.

A dormir, duerme ya
duermeté mi Leonardo
Duerme ya, mi amor, 
pedacito de mi corazón

Cierra ya los ojitos,
duermeté por favor;
duerme ya mi tesoro,
pedacito de mi amor.


Una cita de película!

sábado, 15 de noviembre de 2014

Con Leonardo tratamos de tener citas juntos donde hacemos cosas que elige él o yo para poder escarparnos de la rutina de la vida cotidiana. Y conforme va pasando el tiempo y él va creciendo se hace más distanciada la frecuencia para poder estar juntos.

Y aunque siempre es especial el tiempo que paso con Leonardo, como en cualquier relación, es bueno tener momentos únicos que alimenten y fortalezcan nuestros lazos para cuando nos toque estar lejos o tener que afrontar difíciles situaciones.

Una de las actividades que más disfrutamos juntos es poder ir al cine, porque es mágico como a través de una inmensa pantalla y un súper sonido podemos transportarnos a los lugares más fantásticos, o conmovernos con las historias más espectaculares; y aunque nada supera a la imaginación cuando nos aventuramos a leer un buen libro, poder visualizar la puesta en escena de la creatividad de otros, nos hace más sensibles a sentir que podemos convertir nuestros pensamientos en realidad.

Y como todavía a esta edad, Leonardo está adquiriendo lo que serán hábitos en su vida adulta, tengo la esperanza que si de pequeño siembro el recuerdo de "salidas especiales", cuando sea todo un hombre aún tenga la necesidad y la motivación de querer salir con su mamá.

Realmente, cuando hacemos las cosas con amor y desinteresadamente salen más que bien, porque como siempre Leonardo logró sorprenderme con su generoso corazón.

Esta historia comienza con un Leonardo preocupado contando sus monedas, que acababa de sacar de su alcancilla, revisando cuánto dinero poseía, porque quería comprar un par de entradas al cine. No hace mucho acababa de cumplir 11 años, y quería saber cuánto dinero necesitaba para poder invitar a "alguien especial" al cine.

Yo sentía mucha curiosidad de saber quien era ese "alguien especial", pero quería que fuera él quien me lo contara y no que se sientiera acechado por mis preguntas de madre celosa. Así que le respondí que el precio de las entradas variaba según el cine y el día. Entonces, Leo me dijo que quería ir el sábado a ver Monster University al Cineplanet de Primavera.

Su respuesta me sorprendió porque hace una semana había ido conmigo a ver la misma película, así que no entendía porque deseaba verla nuevamente y sobretodo estaba claro que no iba a ser yo la invitada especial. Así que me atreví a preguntar sin sonar inquisidora, ¿por qué deseaba volver a ver esa película? ¿No era mejor comprar el DVD en vez de gastar en entradas al cine?

Leonardo me explicó que esa película le había gustado mucho, y quería verla con su nonna María del Carmen, porque ella no la había visto. En ese momento respiré profundo para que no se me fuera a escapar ninguna lágrima de la emoción, porque él quería salir y nacía de su hermoso corazón invitar a mi mamá a ver la película.

Entonces revisé su dinero y le expliqué cuánto le iba a costar las entradas, y me preguntó cuál era el combo de pop corn con chicha que siempre comprábamos. Porque me dejó en claro que no deseaba que su nonna gastará ni un solo sol. Él quería pagar las entradas, el combo para dos y los taxis para tener una cita especial con una persona muy especial para él.

En verdad, lo que tenía no le iba a alcanzar para asumir el costo total de la salida y no quería mentirle, porque nunca lo hago, así que le dije que le podía prestar lo que le faltaba para poder quedar como todo un galán con su nonna. No podía dejar de ser cómplice con semejante acto que me conmovió y me sigue emocionando cada vez que lo recuerdo. Le expliqué qué le debía decir al taxista, que en la ventanilla de las entradas podía comprar los combos, y que luego tenía que reclamar las chichas y el balde de pop corn.

Leonardo estaba muy emocionado porque iba a salir solo con su nonna, a hacer una de sus actividades favoritas, pero sobretodo porque él la iba a invitar. Y me dijo que no le dijera que él iba a pagar porque seguramente mi mamá no lo iba a dejar gastar su dinero.Quería tener un lindo gesto con su abuela, y generar un bello recuerdo para ambos.

Así que después de alistar todo para su salida fue a buscar a mi mamá para invitarla a salir. Ella también quedó sorprendida sobretodo porque Leonardo le dijo que no llevara su monedero, porque él tenía planeada toda la salida. Y se fueron juntos al cine. Sé que se divirtieron mucho y que tanto mi mamá como Leonardo siempre van a recordar ese día.

Y yo estoy más que feliz porque no debo preocuparme de que Leonardo cuando crezca se vaya a olvidar de visitar a su mamá, porque sé que estoy haciendo bien las cosas con él; porque agradezco todos los días del inmenso corazón de mi hijo, que con sus actos de amor me confirma la idea que será un hombre bondadoso.

Sé lo difícil que es ser mamá y mucho más difícil cuando también nos toca hacer de papá, pero si lo hacemos con el amor que nuestros hijos nos inspiran, no duden que un día la recompensa será mayor que todas las vicisitudes que podamos haber pasado. Que si llenamos el corazón de nuestros hijos con actos bondadosos se convertirán en hombres y mujeres de bien.

Y Leonardo, aunque tu vida llena de compromisos nos aleje, recuerda que siempre estaré con los brazos abiertos para recibirte, con el corazón lleno de amor para mimarte y con la paciencia para entenderte y esperarte.



¡Atrévete a soñar!

martes, 1 de abril de 2014

Esta historia empezó hace once años, el día que nació Leonardo. Ese día que fue el más feliz de mi vida, también fue uno de los más difíciles que me tocó vivir.

Había dado a luz a un bello varón de 4,030 kg que no entraba en la incubadora porque era muy grande y gordito para ser un recién nacido. La cesárea me había hecho perder mucha sangre y tuve que quedarme en sala de recuperación más tiempo de lo normal. Toda la operación la pase inconsciente y fue el sonido del primer llanto de Leonardo que me trajo de regreso a la realidad.

Esa noche cuando estuve más estable y por tanto preguntar por mi hijo, el pediatra vino a visitarme para decirme porque yo no tenía en mis brazos, como las demás mamás, a mi pequeño bebé.

El doctor me explicó que Leonardo había nacido con un pequeño soplo en el corazón y que había demorado en respirar al nacer, lo que es conocido como depresión respiratoria, y que lo iban a revisar para ver si no tenía algún síndrome más.



Que las consecuencias de su demora al respirar iban a repercutir en su psicomotricidad, que iba a ser lento para aprender y que además iba a tener problemas de lenguaje y comunicación.

Que mi hijo estaba en cuidados intensivos porque necesitaba la incubadora con oxígeno y como yo estaba recién operada no podía levantarme de la cama para poder estar con él.

Aquella noche al recibir esa noticia y luego que mis hormonas estuvieran como locas por acabar de dar a luz, a solas en mi cuarto lo único que atiné a hacer fue ponerme a pensar. No había tiempo de llorar y me tocaba ser fuerte y tratar de estar bien para poder levantarme de la cama y ayudar a mi hijo a estar mejor.

Qué horrible sentir que apesar de cuidarme todo el embarazo, de haber tenido una dieta estricta para que sólo se alimentara mi bebé, de haber hecho todos los ejercicios recomendados, y de haberme portado como la mejor de las embarazadas, mi pequeño hubiera tenido tantos problemas al nacer.

Era inevitable hacerme las siguientes preguntas: ¿qué había hecho mal para que Leonardo estuviera así? ¿Era mi culpa lo que le estaba sucediendo a mi hijo? ¿Qué podía hacer para remediar todo lo que estaba pasando?

Al día siguiente, hice todo lo que me pidieron, dejé que me pusieran todas las inyecciones, me comí toda mi comida y aunque el dolor era fuerte, más fuerte era la pena de no poder estar con Leo, así que no me quejé y pedí que me dejarán verlo.

Aún estaba muy débil para estar de pie, así que me subieron en silla de ruedas y use toda la energía que tenía para poderme levantar y estar al menos unos 10 minutos en cuidados intensivos con mi pequeño bebé.

Es increíble como el amor a nuestros hijos nos da la suficiente fuerza y valor para afrontar los momentos más difíciles en la vida, y ahí metiendo mis manos por las mangas de la incubadora para tocar a Leonardo, le juré en silencio que lo iba a cuidar y que iba a encontrar la manera para que estuviera bien. Que siempre lo iba a apoyar y que me iba a convertir en una mejor persona para ser una mejor mamá.

Así empezó la investigación, y la tarea extra para no aceptar un No se puede cómo respuesta. Me tocó hacer que Leonardo hiciera todas las terapias de estimulación temprana que me aconsejaban los médicos, y conforme fue creciendo los ejercicios para desarrollar su psicomotricidad.

Habría sido más fácil si hubiera tenido más medios económicos, pero eso no fue impedimento para usar mis recursos y mi imaginación y empezar con la tarea de ayudar a Leonardo a adaptarse al mundo que le tocaba vivir.

Usaba todos los consejos que me daban los médicos, siempre me reunía con las profesoras de Leonardo y reforzaba lo aprendido en el Nido, haciendo tareas y ejercicios adicionales en casa.

Compré libros para leerle, para que aprendiera a leer, en idiomas para que no le fueran desconocidos los lenguajes, veía vídeos para estimulación y de índole educativo, y conforme fue creciendo, lo llevaba a la cabina de Internet para que pudiera trabajar con material multimedia.



Salía al parque con él a jugar con la pelota, a correr, a rodar. Recuerdo que hasta hacíamos planchas y abdominales juntos y se levantaba el polo para mostrarme su barriguita flaca.

Jugábamos con plastelina, con cerámica, amasaba y hasta cocinaba conmigo. Realmente me dediqué a aprender para enseñarle a Leonardo todo lo que tenía que saber. Y luego, tanta dedicación comenzó a dar sus frutos.

Y esos frutos han sido una de mis mayores alegrías, ya que Leonardo pertenece al quinto superior de su colegio, tiene un buen oído para la música, es muy bueno dibujando, y a fines del año pasado recibió un diploma por ser el primer puesto de la clase para niños avanzados en inglés. Un reconocimiento que se lo dio The City and Guilds of London Institute.

Aunque a su corta edad, Leonardo ha tenido que pasar por exámenes médicos complicados: electrocardiogramas, encefalogramas, tomografias, etc. Es un niño inteligente, con muchas habilidades, pero sobretodo con un generoso corazón.



Por eso, aunque la situación parezca muy difícil para poder salir adelante, aunque sientas que tus problemas son muy grandes y que no tienes recursos para afrontar lo que se viene, aunque estés muy cansado de seguir intentando estar bien: No te rindas y no aceptes un No se puede cómo respuesta.

Porque vas a terminar cansado muchas veces, y habrá gente que no crea que puedes, pero tu perseverancia será la que te guiará al camino del triunfo, con la ayuda del amor y la fe que le pongas a todo lo que hagas para alcanzar tus sueños.

Y que como todo en la vida hay dos lados para mirar una situación. Prefiere siempre ver el lado positivo. Aprende como esta historia que comenzó de manera triste terminó con un final feliz, porque está experiencia hizo que nuestra relación madre - hijo fuera mucho mejor.

No te dejes llevar por lo que te puedan decir los demás, porque sólo nosotros mismos podemos definir quiénes somos y cuales son nuestros sueños. Y lo más importante, nuestras limitaciones sólo existen en nuestra mente y se alimentan de nuestros miedos y nuestra falta de compromiso.

Así que ¡Atrévete a soñar, porque los sueños sí se pueden volver realidad! Tú has sido el mejor sueño despierta que me ha tocado vivir. Y cuando ya no esté físicamente para animarte, mi espíritu y mi amor siempre estarán contigo Leonardo para recordarte que ¡Yo creo en ti!

El regalo de Navidad

viernes, 27 de diciembre de 2013


Cuando nos hacemos padres, nuestras necesidades muchas veces pasan a un segundo plano porque el primer pensamiento que nos viene automáticamente a la cabeza es acerca de nuestros hijos. Y es que nuestra felicidad está condicionada a la felicidad de nuestros amores. Nuestra mayor alegría es poderle dar a nuestros hijos todo lo que necesitan.


Hace unos días, antes de Navidad, pude aprovechar de un día libre para salir a pasear con Clara y Leonardo, así que salimos de compras y a almorzar fuera de casa. Al ingresar al Mall, entramos a una tienda porque estaba buscando un collar que había visto en una publicidad. Al ver el precio me pareció un poco caro y como teníamos hambre, preferimos ir a almorzar. 

Luego de decidir qué comer, nos fuimos a elegir los regalos de Navidad de Clara y por último nos aventuramos en la búsqueda de un par de mocasines que me confesó Leonardo, deseaba desde hace mucho tiempo. Después de ingresar a varias tiendas pudimos encontrar algo de su talla y de su gusto y finalmente, para festejar que habíamos encontrado todo lo que habíamos buscado terminamos tomando un delicioso helado. Como ya se estaba haciendo tarde, nos retiramos del Centro Comercial, y al salir pasamos por la tienda donde vendían el collar del inicio de la historia, y mi hijo me preguntó si lo iba a comprar, a lo que yo respondí que ya no me alcanzaba el dinero, pero que no se preocupara porque había sido invertido en cosas que me habían ocasionado más alegrías. 

Hace semanas había estado buscando ese collar y después de ir a varias tiendas por fin lo había encontrado, pero poco importaba en ese momento porque era más feliz al haber podido engreir a mi Clara y Leo.

Así pasaron los días y el collar quedó en el recuerdo, al menos para mí, hasta que una noche Leonardo me sorprendió con una declaración: - Mamá, me dijo, estaba pensando en tu regalo de Navidad y quería contarte algo que espero no te moleste. Yo preocupada le dije que confiara en mí y que me dijera que le sucedía, a lo que él respondió que había estado ahorrando sus propinas para comprar mi regalo de Navidad y que había pensado en regalarme el collar que no me pude comprar. 

Tenía dentro del corazón una serie de emociones, entre felicidad y preocupación porque no quería que gastara tanto, y en ese momento recordé la historia de un amigo que me contó que de niño al regalarle algo a su mamá, ella le contestó que para que gastaba, y con eso se le quitaron las ganas de volverle a comprar algo nuevamente a su madre. 

Yo no quería ser una madre que traumara a su hijo, contestándole con la respuesta incorrecta, ya que la responsabilidad de nuestras palabras pueden convertir a un hijo generoso en un hombre sin detalles. Qué difícil situación porque por otro lado yo no deseaba que Leonardo se quedara sin dinero, por tratar de hacerme feliz, cuando mi felicidad no está basada en mis cosas materiales, sino en el amor de los seres que quiero. 

Así que como hago siempre que mi hijo me coloca en una encrucijada, le hablé con el corazón. Aguantándome las lágrimas y con un nudo en la garganta lo abracé y lo besé y le dije que cómo podía molestarme con él cuando sus intenciones eran la más nobles, al querer comprarme algo que yo no podía hacerlo, y que me halagaba saber que estaba atento a mis necesidades y a tratar de hacerme feliz. 

Aproveché la oportunidad para enseñarle una lección, y le dije que podía comprar el regalo pero que esperará un poco porque seguramente iba a bajar de precio. Leonardo es muy impaciente, y sé que se le estaba haciendo difícil la espera, pero quería que aprendiera que hay algunas oportunidades que tiene que saber aguardar. Que no se preocupara porque el collar no se iba a agotar y lo podía conseguir a un mejor precio. 

Efectivamente, como lo predije lo rebajaron a la mitad de precio, y así salimos ganando los dos porque mi hijo tenía su regalo para mí y yo no me sentía tan mal por lo que había gastado. 


Qué felicidad tan grande sentí y que manera de hacerme sentir especial al estar atento a que su madre hace algunos sacrificios y querer devolverme el amor que le brindó con la misma preocupación que yo tengo hacia él.



Cualquiera podría pensar que al ser hijo único sus preocupaciones sólo serían para él, pero al contrario de ese pensamiento, Leonardo no cabe duda que se está convirtiendo en el hombre de mi vida, aunque siempre será mi pequeño. 

Así que no se preocupen por los sacrificios que hacemos como padres, porque si lo damos con el corazón nuestra recompensa puede ser mucho más grande de lo que imaginamos, solo hay que ser pacientes y saber esperar.

Lo divertido de comer sano

lunes, 22 de julio de 2013

Esta historia empezó hace 2 meses atrás, cuando Leonardo comenzó a sentirse mal físicamente, y es que no solo había subido de peso, si no que además comenzaban a darle náuseas y mareos de la nada. Lo más sabio fue llevarlo al doctor para que le hicieran los análisis necesarios y pudiéramos descubrir qué estaba pasando con mi querido hijo.  Y fue una triste noticia cuando me enteré que sus niveles de glucosa, colesterol y triglicéridos estaban muy elevados. Estaba más que preocupada por su salud, así que a sus once años, Leonardo tuvo que ir al nutricionista y aceptar que tenía que hacer dieta.

Sentí que todo era mi culpa, tanto viaje por trabajo, tanto salir a comer a la calle, había llevado a mi hijo a convertirse en un niño no solo obeso, si no que había afectado su salud. Pero no era momento de sentirme mal, si no al contrario de tomar decisiones y acciones rápidas que nos llevaran a solucionar el problema.

Y como hacemos siempre que tenemos algún dilema, nos sentamos a conversar solos los dos. Quería que entendiera que lo que le estaba pasando era producto del descuido en su alimentación y su rutina de ejercicios, y cuáles eran las consecuencias de no seguir las indicaciones del doctor. La idea no era asustarlo, pero debía tomar conciencia del porqué le pedía que cambiara sus hábitos alimenticios para que no fuera una obligación, si no su decisión de querer sentirse mejor.



Yo no creo que asustando a la gente podamos lograr más que cuando les explicamos la importancia de hacer lo correcto, y cómo sus decisiones no solo afectan a la misma persona, si no también a los demás. Los niños tienen una gran capacidad de entender cuándo tenemos la paciencia y el amor para quererles enseñar. Y aunque nos parezcan muy pequeños para procesar mucha información, es el lenguaje universal del amor lo que su corazón llega a entender mucho mejor que cualquier adulto.

Una de las cosas más difíciles para un niño debe ser quitarle el dulce, y la primera dieta era muy estricta y en el transcurso de los meses se la variaron 4 veces más, pero como toda en la vida la fuerza de voluntad hace que podamos superar el mayor de los obstáculos, si realmente nos lo proponemos. 

Y como no hay mejor manera de aprender algo que con el ejemplo, la dieta fue estricta para los dos. Dicen que la pena entre dos es menos atroz, pero me gusta más mi versión de que la vida es mejor cuando tienes con quien compartirla. Así que nos pusimos de meta, bajar 5 kilos en 2 meses. 

Me tocaba idear la manera de que esta situación no fuera un régimen de 2 meses, si no de convertirla en la oportunidad de ser cómplices en esta aventura de aprender a comer bien para sentirse saludablemente. No tenía que ser esta una experiencia horrible porque podíamos encontrarle el gusto a  probar nuevos alimentos y de tener una actividad que nos uniera más.

Y aunque fue difícil y por momentos se me rompía el corazón al decirle que no podía comer de cosas que sabía él disfrutaba, encontramos alternativas más saludables y aprendimos a disfrutar juntos de ver como logrando primero nuestra pequeñas metas, podíamos al final obtener grandes resultados.

Hubo una ocasión en la que estaba comprándole a una señora unos chicles mentolados sin azúcar y Leonardo se volteó y me dio la espalda. Yo preocupada le pregunté si le pasaba algo, y me dijo con pena que prefería no ver los dulces para que no le provocara nada. Y son esos momentos de prueba donde debemos decidir si queremos sentirnos buenas o queremos hacer que nuestros hijos sean los buenos. Así que con el corazón estrujado y aguantándome las lágrimas, solo lo besé y le agradecí por tenerlo como hijo, y efectivamente no caí en la tentación de comprarle una golosina. Sabía que si hacía una excepción y daba mi brazo a torcer, no iba a encontrarle la importancia al sacrificio que estábamos haciendo.


A principios de este mes, tuvo que hacerse nuevos análisis y grande fue nuestra alegría al ver los resultados de sus pruebas. Sus nieveles habían bajado a la mitad, y aunque físicamente se notaba que había bajado de peso, lo más importante era que se sentía mejor de salud.

Le dije que estaba muy orgullosa porque sus sacrificios había tenido un final feliz. Que a mí no me importaba que fuera gordito siempre y cuándo su salud estuviera bien. Que había logrado algo que muy pocas personas podían y era mantenerse firme con sus decisiones. 

Porque en la vida siempre van haber obstáculos para alcanzar la felicidad, pero cuando estamos decididos y queremos de corazón algo, lo podemos hacer realidad siempre que no descansemos por lograrlo.  Que pequeñas metas nos llevan a cumplir metas más grandes y que podemos convertir una difícil situación en algo positivo si cambiamos la manera de mirar los problemas, pero sobretodo que siempre podrá contar conmigo cuando necesite mi ayuda, para apoyarlo en los proyectos a los que me quiera invitar a participar.

Aún sigue con una dieta que ya no es tan estricta, pero lo mejor de todo es que sus hábitos cambiaron, y esta lección de vida le servirá de adulto para saber qué elegir a la hora de comer.



Tú me cambiaste la vida

lunes, 20 de mayo de 2013


Faltan pocos días para que Leonardo cumpla sus once años, y hace unos días me animó a escribir en el blog, diciendo que tiene la página grabada en sus favoritos, y que le gusta lo que escribo en él. Así que me pareció un buen regalo de cumpleaños escribir acerca de una conversación que tuvimos hace un mes, cuando me preguntó acerca de si ¿alguna vez me he arrepentido de tener un hijo tan joven?

Dicen que para todo hay un momento, y que Dios es sabio para enviarnos pruebas que nos convierten en personas más fuertes, para demostrar de qué estamos hechos y cuáles son nuestras capacidades.

 A mis veintitrés años me enteré que estaba embarazada, y aunque la noticia en un principio me impresionó, lo primero que me vino a la mente fue si estaba lista para ser mamá. ¿Acaso existe una edad perfecta para ser madre? Y es que hay muchos factores que podemos tomar en cuenta: la biología, la madurez, la economía, etc. Y aunque no tenía la respuesta correcta, asumí lo que me estaba sucediendo como una bendición; como la oportunidad de encontrar mi razón de vivir.

Ahora, a pocos meses de cumplir mis treinta y cinco años, por fin tengo la solución a esa interrogante. Y es que después de más de una década de haber tenido el privilegio de ser la mamá de Leonardo, no me imagino haber vivido mi vida sin ti.  

Ese amor, que nació en el instante de sentirte, de escucharte, de tenerte entre mis brazos, hizo que el momento fuera perfecto. Todos los sentimientos que nacen junto con la responsabilidad, nos hacen lo suficientemente sabias, si sabemos escuchar nuestro corazón, si deseamos con el alma ser una buena madre, en vez de una madre buena. 

Y si bien la juventud va de la mano con la inexperiencia, también me dio el impulso para poder aprender contigo, para disfrutar de correr tras de ti, de contagiarme de tu inagotable energía, de recordarme lo hermoso que es descubrir el mundo por primera vez.

Recuerdo que varias personas me dijeron que era una locura, que se iban a frustrar muchos de mis sueños, que no iba a tener tiempo, que iba a tener que renunciar a muchas cosas, pero no ha sido así, al contrario, ser tu mamá me ha hecho vivir la mayor fantasía a la que podía aspirar.

Los años han pasado y ahora que has crecido hay tiempo para poder hacer mis cosas, acompañado de más sabiduría para disfrutar mejor lo que me regala la vida. Puedo continuar con mis proyectos con la felicidad de tenerte a mi lado. Y mis miedos están vencidos por el valor y la fuerza que me da tu amor.

Efectivamente, tú me cambiaste la vida, y gracias a ti me convertí en una mejor persona, en una mujer más sabia y valiente. Más atenta a los detalles, con ojos y oídos en la espalda para cuidar mejor de ti, sin miedo a luchar por lo que quiero; pero lo más importante con un corazón agradecido y generoso que está lleno de amor, del amor que todos los días me regalas.

No hay día en que no agradezca a Dios de haberme dado la oportunidad de ser tu mamá, de bendecirme con un bello hijo que se está convirtiendo en un gran joven. Así que nunca dudes de mi decisión de ser tu madre, porque ha sido la que mayor felicidad me ha traído.

Dicen que no existen palabras para poder expresar cuan felices podemos ser, por eso te dejo esta canción para que siempre recuerdes cuánto te amo...


La felicidad

martes, 2 de abril de 2013

Estábamos viendo la televisión mi hijo y yo, cuando me dijo que él sería el niño más feliz del mundo si tuviera todas las consolas de videojuego: Playstation, Xbox, Wii, etc.

Esa respuesta fue como una espina en el corazón, ¿qué le estaba enseñando a Leonardo que pensaba que la felicidad llegaba al acumular cosas materiales? Nunca iba a poder ser feliz si pensaba que la felicidad se encontraba en las cosas y no en las experiencias.

Así que después de esa respuesta, decidí no decir nada y preferí llevarlo de paseo conmigo para que entendiera qué era felicidad.

Llegó el fin de semana, y nos fuimos al Centro de Lima, en busca de un bonsai que le habían pedido para el curso de Ciencia y Ambiente. Mientras paseábamos por las calles, traté de llevarlo por el recorrido más crudo que podía soportar para su corta edad.

Primero pasamos al lado de un señor que no tenía piernas, y que tirado en el suelo tocaba algunos instrumentos, esperando la caridad de la gente.

Luego, al pasar por otra calle, habían 2 niños de 4 y 5 años, descalzos que bailaban mientras su mamá tocaba algo que hacía las veces de tambor para vender algunas humitas.

Y por último, nos subimos al ómnibus donde se subieron diferentes personas a contarnos sus trágicas vidas para pedir alguna limosna o poder vendernos algún producto.

Leonardo que no estaba acostumbrado a escuchar o ver historias de vida difíciles o tristes empezó a comentar conmigo que le daba mucha pena que hubiera tanta gente que sufría, así que aproveché para empezar con la lección.

Así es amor, hay mucha gente que sufre en la vida, que no ha tenido suerte o que ha tomado malas decisiones, y es por eso que debemos agradecer lo que tenemos, desde la salud, porque tenemos un cuerpo sano que nos permite realizar y experimentar muchas cosas, así como los seres queridos que sean familia o amigos, nos regalan su amor y cariño.

Tú me dijiste el otro día que deseabas tener todas las consolas de juego para sentirte realmente un niño feliz, pero estabas siendo muy injusto con las cosas y gracias que tienes. Las cosas son solo cosas, que con el tiempo se malogran o gastan, que pasan de moda y dejan muchas veces de gustarnos o de hacernos sentir bien. Y la felicidad son los momentos que tenemos en la vida para sentirnos vivos, para experimentar el amor, encontar la amistad, y la alegría de compartir nuestros sueños con nuestros seres queridos.

La felicidad es la facultad de tener los ojos bien abiertos para ver que en la vida nuestro vaso no está medio vacío si no que lo vamos llenando con lindos recuerdos. No hay que vivir lamentándonos de lo que no tenemos, porque como has visto, hay mucha gente que tiene menos que nosotros, y aún así encuentra motivos para poder sentirse en algunos instantes feliz.

Está bien que quieras cosas para que tu vida sea más cómoda, o para que puedas disfrutar de nuevas experiencias, pero que lo que no tienes no se convierta en un impedimento para no darte cuenta que tienes muchos motivos para ser feliz.

Parece que mis palabras lo hicieron reaccionar, porque me abrazó muy fuerte y me dijo que no iba a estar triste porque las cosas que no tenía, y que iba a empezar a ser más agradecido.

Al final de nuestros días, el único equipaje que nos llevaremos, en el viaje al más allá, son los recuerdos de las experiencias que fuimos acumulando, lo que nos causó alegría, nos emocionó o divirtió, así que es mejor empezar a disfrutar la felicidad de estar vivos porque solo tenemos una oportunidad.
 

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