El regalo de Navidad

viernes, 27 de diciembre de 2013


Cuando nos hacemos padres, nuestras necesidades muchas veces pasan a un segundo plano porque el primer pensamiento que nos viene automáticamente a la cabeza es acerca de nuestros hijos. Y es que nuestra felicidad está condicionada a la felicidad de nuestros amores. Nuestra mayor alegría es poderle dar a nuestros hijos todo lo que necesitan.


Hace unos días, antes de Navidad, pude aprovechar de un día libre para salir a pasear con Clara y Leonardo, así que salimos de compras y a almorzar fuera de casa. Al ingresar al Mall, entramos a una tienda porque estaba buscando un collar que había visto en una publicidad. Al ver el precio me pareció un poco caro y como teníamos hambre, preferimos ir a almorzar. 

Luego de decidir qué comer, nos fuimos a elegir los regalos de Navidad de Clara y por último nos aventuramos en la búsqueda de un par de mocasines que me confesó Leonardo, deseaba desde hace mucho tiempo. Después de ingresar a varias tiendas pudimos encontrar algo de su talla y de su gusto y finalmente, para festejar que habíamos encontrado todo lo que habíamos buscado terminamos tomando un delicioso helado. Como ya se estaba haciendo tarde, nos retiramos del Centro Comercial, y al salir pasamos por la tienda donde vendían el collar del inicio de la historia, y mi hijo me preguntó si lo iba a comprar, a lo que yo respondí que ya no me alcanzaba el dinero, pero que no se preocupara porque había sido invertido en cosas que me habían ocasionado más alegrías. 

Hace semanas había estado buscando ese collar y después de ir a varias tiendas por fin lo había encontrado, pero poco importaba en ese momento porque era más feliz al haber podido engreir a mi Clara y Leo.

Así pasaron los días y el collar quedó en el recuerdo, al menos para mí, hasta que una noche Leonardo me sorprendió con una declaración: - Mamá, me dijo, estaba pensando en tu regalo de Navidad y quería contarte algo que espero no te moleste. Yo preocupada le dije que confiara en mí y que me dijera que le sucedía, a lo que él respondió que había estado ahorrando sus propinas para comprar mi regalo de Navidad y que había pensado en regalarme el collar que no me pude comprar. 

Tenía dentro del corazón una serie de emociones, entre felicidad y preocupación porque no quería que gastara tanto, y en ese momento recordé la historia de un amigo que me contó que de niño al regalarle algo a su mamá, ella le contestó que para que gastaba, y con eso se le quitaron las ganas de volverle a comprar algo nuevamente a su madre. 

Yo no quería ser una madre que traumara a su hijo, contestándole con la respuesta incorrecta, ya que la responsabilidad de nuestras palabras pueden convertir a un hijo generoso en un hombre sin detalles. Qué difícil situación porque por otro lado yo no deseaba que Leonardo se quedara sin dinero, por tratar de hacerme feliz, cuando mi felicidad no está basada en mis cosas materiales, sino en el amor de los seres que quiero. 

Así que como hago siempre que mi hijo me coloca en una encrucijada, le hablé con el corazón. Aguantándome las lágrimas y con un nudo en la garganta lo abracé y lo besé y le dije que cómo podía molestarme con él cuando sus intenciones eran la más nobles, al querer comprarme algo que yo no podía hacerlo, y que me halagaba saber que estaba atento a mis necesidades y a tratar de hacerme feliz. 

Aproveché la oportunidad para enseñarle una lección, y le dije que podía comprar el regalo pero que esperará un poco porque seguramente iba a bajar de precio. Leonardo es muy impaciente, y sé que se le estaba haciendo difícil la espera, pero quería que aprendiera que hay algunas oportunidades que tiene que saber aguardar. Que no se preocupara porque el collar no se iba a agotar y lo podía conseguir a un mejor precio. 

Efectivamente, como lo predije lo rebajaron a la mitad de precio, y así salimos ganando los dos porque mi hijo tenía su regalo para mí y yo no me sentía tan mal por lo que había gastado. 


Qué felicidad tan grande sentí y que manera de hacerme sentir especial al estar atento a que su madre hace algunos sacrificios y querer devolverme el amor que le brindó con la misma preocupación que yo tengo hacia él.



Cualquiera podría pensar que al ser hijo único sus preocupaciones sólo serían para él, pero al contrario de ese pensamiento, Leonardo no cabe duda que se está convirtiendo en el hombre de mi vida, aunque siempre será mi pequeño. 

Así que no se preocupen por los sacrificios que hacemos como padres, porque si lo damos con el corazón nuestra recompensa puede ser mucho más grande de lo que imaginamos, solo hay que ser pacientes y saber esperar.

Lo divertido de comer sano

lunes, 22 de julio de 2013

Esta historia empezó hace 2 meses atrás, cuando Leonardo comenzó a sentirse mal físicamente, y es que no solo había subido de peso, si no que además comenzaban a darle náuseas y mareos de la nada. Lo más sabio fue llevarlo al doctor para que le hicieran los análisis necesarios y pudiéramos descubrir qué estaba pasando con mi querido hijo.  Y fue una triste noticia cuando me enteré que sus niveles de glucosa, colesterol y triglicéridos estaban muy elevados. Estaba más que preocupada por su salud, así que a sus once años, Leonardo tuvo que ir al nutricionista y aceptar que tenía que hacer dieta.

Sentí que todo era mi culpa, tanto viaje por trabajo, tanto salir a comer a la calle, había llevado a mi hijo a convertirse en un niño no solo obeso, si no que había afectado su salud. Pero no era momento de sentirme mal, si no al contrario de tomar decisiones y acciones rápidas que nos llevaran a solucionar el problema.

Y como hacemos siempre que tenemos algún dilema, nos sentamos a conversar solos los dos. Quería que entendiera que lo que le estaba pasando era producto del descuido en su alimentación y su rutina de ejercicios, y cuáles eran las consecuencias de no seguir las indicaciones del doctor. La idea no era asustarlo, pero debía tomar conciencia del porqué le pedía que cambiara sus hábitos alimenticios para que no fuera una obligación, si no su decisión de querer sentirse mejor.



Yo no creo que asustando a la gente podamos lograr más que cuando les explicamos la importancia de hacer lo correcto, y cómo sus decisiones no solo afectan a la misma persona, si no también a los demás. Los niños tienen una gran capacidad de entender cuándo tenemos la paciencia y el amor para quererles enseñar. Y aunque nos parezcan muy pequeños para procesar mucha información, es el lenguaje universal del amor lo que su corazón llega a entender mucho mejor que cualquier adulto.

Una de las cosas más difíciles para un niño debe ser quitarle el dulce, y la primera dieta era muy estricta y en el transcurso de los meses se la variaron 4 veces más, pero como toda en la vida la fuerza de voluntad hace que podamos superar el mayor de los obstáculos, si realmente nos lo proponemos. 

Y como no hay mejor manera de aprender algo que con el ejemplo, la dieta fue estricta para los dos. Dicen que la pena entre dos es menos atroz, pero me gusta más mi versión de que la vida es mejor cuando tienes con quien compartirla. Así que nos pusimos de meta, bajar 5 kilos en 2 meses. 

Me tocaba idear la manera de que esta situación no fuera un régimen de 2 meses, si no de convertirla en la oportunidad de ser cómplices en esta aventura de aprender a comer bien para sentirse saludablemente. No tenía que ser esta una experiencia horrible porque podíamos encontrarle el gusto a  probar nuevos alimentos y de tener una actividad que nos uniera más.

Y aunque fue difícil y por momentos se me rompía el corazón al decirle que no podía comer de cosas que sabía él disfrutaba, encontramos alternativas más saludables y aprendimos a disfrutar juntos de ver como logrando primero nuestra pequeñas metas, podíamos al final obtener grandes resultados.

Hubo una ocasión en la que estaba comprándole a una señora unos chicles mentolados sin azúcar y Leonardo se volteó y me dio la espalda. Yo preocupada le pregunté si le pasaba algo, y me dijo con pena que prefería no ver los dulces para que no le provocara nada. Y son esos momentos de prueba donde debemos decidir si queremos sentirnos buenas o queremos hacer que nuestros hijos sean los buenos. Así que con el corazón estrujado y aguantándome las lágrimas, solo lo besé y le agradecí por tenerlo como hijo, y efectivamente no caí en la tentación de comprarle una golosina. Sabía que si hacía una excepción y daba mi brazo a torcer, no iba a encontrarle la importancia al sacrificio que estábamos haciendo.


A principios de este mes, tuvo que hacerse nuevos análisis y grande fue nuestra alegría al ver los resultados de sus pruebas. Sus nieveles habían bajado a la mitad, y aunque físicamente se notaba que había bajado de peso, lo más importante era que se sentía mejor de salud.

Le dije que estaba muy orgullosa porque sus sacrificios había tenido un final feliz. Que a mí no me importaba que fuera gordito siempre y cuándo su salud estuviera bien. Que había logrado algo que muy pocas personas podían y era mantenerse firme con sus decisiones. 

Porque en la vida siempre van haber obstáculos para alcanzar la felicidad, pero cuando estamos decididos y queremos de corazón algo, lo podemos hacer realidad siempre que no descansemos por lograrlo.  Que pequeñas metas nos llevan a cumplir metas más grandes y que podemos convertir una difícil situación en algo positivo si cambiamos la manera de mirar los problemas, pero sobretodo que siempre podrá contar conmigo cuando necesite mi ayuda, para apoyarlo en los proyectos a los que me quiera invitar a participar.

Aún sigue con una dieta que ya no es tan estricta, pero lo mejor de todo es que sus hábitos cambiaron, y esta lección de vida le servirá de adulto para saber qué elegir a la hora de comer.



Tú me cambiaste la vida

lunes, 20 de mayo de 2013


Faltan pocos días para que Leonardo cumpla sus once años, y hace unos días me animó a escribir en el blog, diciendo que tiene la página grabada en sus favoritos, y que le gusta lo que escribo en él. Así que me pareció un buen regalo de cumpleaños escribir acerca de una conversación que tuvimos hace un mes, cuando me preguntó acerca de si ¿alguna vez me he arrepentido de tener un hijo tan joven?

Dicen que para todo hay un momento, y que Dios es sabio para enviarnos pruebas que nos convierten en personas más fuertes, para demostrar de qué estamos hechos y cuáles son nuestras capacidades.

 A mis veintitrés años me enteré que estaba embarazada, y aunque la noticia en un principio me impresionó, lo primero que me vino a la mente fue si estaba lista para ser mamá. ¿Acaso existe una edad perfecta para ser madre? Y es que hay muchos factores que podemos tomar en cuenta: la biología, la madurez, la economía, etc. Y aunque no tenía la respuesta correcta, asumí lo que me estaba sucediendo como una bendición; como la oportunidad de encontrar mi razón de vivir.

Ahora, a pocos meses de cumplir mis treinta y cinco años, por fin tengo la solución a esa interrogante. Y es que después de más de una década de haber tenido el privilegio de ser la mamá de Leonardo, no me imagino haber vivido mi vida sin ti.  

Ese amor, que nació en el instante de sentirte, de escucharte, de tenerte entre mis brazos, hizo que el momento fuera perfecto. Todos los sentimientos que nacen junto con la responsabilidad, nos hacen lo suficientemente sabias, si sabemos escuchar nuestro corazón, si deseamos con el alma ser una buena madre, en vez de una madre buena. 

Y si bien la juventud va de la mano con la inexperiencia, también me dio el impulso para poder aprender contigo, para disfrutar de correr tras de ti, de contagiarme de tu inagotable energía, de recordarme lo hermoso que es descubrir el mundo por primera vez.

Recuerdo que varias personas me dijeron que era una locura, que se iban a frustrar muchos de mis sueños, que no iba a tener tiempo, que iba a tener que renunciar a muchas cosas, pero no ha sido así, al contrario, ser tu mamá me ha hecho vivir la mayor fantasía a la que podía aspirar.

Los años han pasado y ahora que has crecido hay tiempo para poder hacer mis cosas, acompañado de más sabiduría para disfrutar mejor lo que me regala la vida. Puedo continuar con mis proyectos con la felicidad de tenerte a mi lado. Y mis miedos están vencidos por el valor y la fuerza que me da tu amor.

Efectivamente, tú me cambiaste la vida, y gracias a ti me convertí en una mejor persona, en una mujer más sabia y valiente. Más atenta a los detalles, con ojos y oídos en la espalda para cuidar mejor de ti, sin miedo a luchar por lo que quiero; pero lo más importante con un corazón agradecido y generoso que está lleno de amor, del amor que todos los días me regalas.

No hay día en que no agradezca a Dios de haberme dado la oportunidad de ser tu mamá, de bendecirme con un bello hijo que se está convirtiendo en un gran joven. Así que nunca dudes de mi decisión de ser tu madre, porque ha sido la que mayor felicidad me ha traído.

Dicen que no existen palabras para poder expresar cuan felices podemos ser, por eso te dejo esta canción para que siempre recuerdes cuánto te amo...


La felicidad

martes, 2 de abril de 2013

Estábamos viendo la televisión mi hijo y yo, cuando me dijo que él sería el niño más feliz del mundo si tuviera todas las consolas de videojuego: Playstation, Xbox, Wii, etc.

Esa respuesta fue como una espina en el corazón, ¿qué le estaba enseñando a Leonardo que pensaba que la felicidad llegaba al acumular cosas materiales? Nunca iba a poder ser feliz si pensaba que la felicidad se encontraba en las cosas y no en las experiencias.

Así que después de esa respuesta, decidí no decir nada y preferí llevarlo de paseo conmigo para que entendiera qué era felicidad.

Llegó el fin de semana, y nos fuimos al Centro de Lima, en busca de un bonsai que le habían pedido para el curso de Ciencia y Ambiente. Mientras paseábamos por las calles, traté de llevarlo por el recorrido más crudo que podía soportar para su corta edad.

Primero pasamos al lado de un señor que no tenía piernas, y que tirado en el suelo tocaba algunos instrumentos, esperando la caridad de la gente.

Luego, al pasar por otra calle, habían 2 niños de 4 y 5 años, descalzos que bailaban mientras su mamá tocaba algo que hacía las veces de tambor para vender algunas humitas.

Y por último, nos subimos al ómnibus donde se subieron diferentes personas a contarnos sus trágicas vidas para pedir alguna limosna o poder vendernos algún producto.

Leonardo que no estaba acostumbrado a escuchar o ver historias de vida difíciles o tristes empezó a comentar conmigo que le daba mucha pena que hubiera tanta gente que sufría, así que aproveché para empezar con la lección.

Así es amor, hay mucha gente que sufre en la vida, que no ha tenido suerte o que ha tomado malas decisiones, y es por eso que debemos agradecer lo que tenemos, desde la salud, porque tenemos un cuerpo sano que nos permite realizar y experimentar muchas cosas, así como los seres queridos que sean familia o amigos, nos regalan su amor y cariño.

Tú me dijiste el otro día que deseabas tener todas las consolas de juego para sentirte realmente un niño feliz, pero estabas siendo muy injusto con las cosas y gracias que tienes. Las cosas son solo cosas, que con el tiempo se malogran o gastan, que pasan de moda y dejan muchas veces de gustarnos o de hacernos sentir bien. Y la felicidad son los momentos que tenemos en la vida para sentirnos vivos, para experimentar el amor, encontar la amistad, y la alegría de compartir nuestros sueños con nuestros seres queridos.

La felicidad es la facultad de tener los ojos bien abiertos para ver que en la vida nuestro vaso no está medio vacío si no que lo vamos llenando con lindos recuerdos. No hay que vivir lamentándonos de lo que no tenemos, porque como has visto, hay mucha gente que tiene menos que nosotros, y aún así encuentra motivos para poder sentirse en algunos instantes feliz.

Está bien que quieras cosas para que tu vida sea más cómoda, o para que puedas disfrutar de nuevas experiencias, pero que lo que no tienes no se convierta en un impedimento para no darte cuenta que tienes muchos motivos para ser feliz.

Parece que mis palabras lo hicieron reaccionar, porque me abrazó muy fuerte y me dijo que no iba a estar triste porque las cosas que no tenía, y que iba a empezar a ser más agradecido.

Al final de nuestros días, el único equipaje que nos llevaremos, en el viaje al más allá, son los recuerdos de las experiencias que fuimos acumulando, lo que nos causó alegría, nos emocionó o divirtió, así que es mejor empezar a disfrutar la felicidad de estar vivos porque solo tenemos una oportunidad.

¡Una historia con varias enseñanzas!

viernes, 8 de febrero de 2013

Nuestra misión en la vida no es cuidar a nuestros hijos para evitar que les suceda algo malo, en realidad es enseñarles qué es lo bueno y malo, como afrontar las diferentes situaciones que se les presenten en la vida: ya sea el éxito o el fracaso, las alegrías y las penas; defender lo que creen y piensan, pero sobretodo a amarse lo suficiente para saber que su vida tiene un gran valor.

Cuando Leonardo tenía 8 años se le dio por coleccionar unos muñecos llamados Gogos, que tenían diferentes presentaciones, siendo una de las más preciadas las de acabado metálico. Mi hijo había tenido la suerte de poder conseguir uno de color dorado, que era muy raro y que se convirtió en el tesoro de su colección.
Siempre jugaba con su Gogo dorado hasta que una noche me di cuenta que había pasado una semana y ya no jugaba más con él. Eso me pareció muy raro, y por eso me atreví a pregunatarle que había pasado con el juguete. Nervioso me respondió que se lo  había prestado a un amigo, así que le pedí que se lo pidiera de regreso.

Al día siguiente, volví a preguntar por el juguete, y me respondió que en verdad lo había perdido, y que no sabía donde estaba. Me molestó que me mintiera, y que no fuera ordenado, así que le pedí que lo buscara, si no quería ser castigado.

Llegó el fin de semana, y volví a preguntar por el jueguete, porque quería saber cuál era la verdad en todo este asunto, ya que me parecía muy raro que me hubiera mentido; así que cambié mi pregunta por una conversación.

- Amor, le dije. Sabes que cuando decimos mentiras, perdemos la confianza de las personas, y lograr después que vuelvan a confiar en nosotros es muchas veces una tarea casi imposible. Que la confianza se logra con el tiempo y uno se lo gana por actuar de manera apropiada y correcta.  Así que hijo mío, cuéntame ¿qué pasó con tu Gogo?

Entonces, Leonardo empezó a contarme la siguiente historia; Todo empezó cuando un amigo que siempre viene a jugar con él en la casa se lo pidió prestado, y lo llevó al colegio para devolvérselo, pero luego el bravucón de su clase se lo quitó y le dijo a Leonardo que no se lo iba a devolver, y que si lo acusaba con alguien, él lo iba a molestar todos los días de su vida.

Obviamente mi hijo que no estaba acostumbrado a extorsiones, no quiso denunciar esta injusticia, y dejó que el bravucón se saliera con la suya.

Mientras escuchaba el relato, en vez de darme cólera por ver que a mi hijo lo estaban amenazando, me llenó de mucha pena aquel niño que con tan solo 8 años se comportaba y usaba un lenguaje de adultos. Qué clase de vida estaría llevando que a su corta edad había tanta violencia en sus actos.

Y por otro lado, se entristeció mi corazón, porque mi único hijo no había tenido la confianza de contármelo para juntos resolver este problema. Algo estaba haciendo mal que en vez de encontrar en mí a una aliada temía que pudiera castigar su comportamiento.

Así que respiré profundo y le dije: -Mira amor, está mal que me digas mentiras, porque al no tener toda la información real y completa, cómo puedo hacer yo para no ser injusta contigo. Imagina que no me hubieras dicho la verdad, yo hubiera pensado que tú lo perdiste y te hubiera castigado, y eso no hubiera sido justo, porque no era tu culpa. Tú tendrías que pagar por lo que hacen otras personas que no valoran lo que tú haces, te tendrías que quedar sin tu juguete y con tu mamá enfadada, así que al final hubieras recibido un doble castigo, a pesar de ser inocente. Por eso es importante que me digas la verdad, si quieres que sea justa con mis decisiones.

- Además, me duele ver que no confías en mí para decirme las cosas. Yo soy tu mamá, la persona que Dios puso en tu vida para ayudarte, y como voy a poder hacerlo si no me cuentas tus cosas. Si no puedes confiar en tu mamá, va a ser muy difícil que aprendas a confiar en otras personas. Te voy a decir un secreto para que me puedas decir cualquier cosa sin miedo a que me vaya a molestar. Hazme prometerte que no me voy a molestar, y tú sabes que siempre te cumplo mis promesas, así que voy a tener que cumplir y no molestarme por lo que me estás diciendo.
- El otro problema que tenemos aquí es que tienes que defenderte, yo no voy a hablar con tu profesora ni con el papá de tu amigo. Tú tienes que resolver este asunto, y te voy a dar permiso para que hagas lo siguiente: Vas a pedirle a tu amigo que te devuelva tu juguete, y le dices que tú no le tienes miedo, y que lo vas a golpear si no te lo devuelve.

Leonardo se quedó asombrado que fuera yo la que le dijera que debía golpear a alguien y me dijo: pero mamá y si no me lo devuelve ¿debo de golpearlo? ¿no me vas a castigar por eso? Seguro mi profesora te va a llamar para convesar contigo.

- No te preocupes hijo, que si tú le pegas a alguien por defenderte a ti o lo que es tuyo yo nunca te voy a castigar. Recuerda que para querer a los demás, primero debes de quererte a ti mismo, y no debes de permitir que alguien quiera abusar o lastimarte.Ya te he enseñado que se consigue más con amor que con dolor, pero hay ocasiones en la vida en que es necesario expresaros nuestro fastidio y detener a los que nos quieren maltratar.

Efectivamente, Leonardo conversó con aquel niño, y ahora son buenos amigos. Resulta que en la actualidad ese niño es uno de los primeros en defender a Leo cuando alguien quiere pasarse de vivo con él. 

Felizmente no tuvieron que llegar a la violencia, pero ahora Leonardo ya sabe cuál es la diferencia entre atacar y defenderse. Y que hay batallas que él mismo debe de lucharlas, aunque siempre tendrá a su mamá para apoyarlo.



 

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