Pánico Escénico

domingo, 6 de noviembre de 2011





Hace unos días fue el Festival de Danzas del colegio de Leonardo, y este año le tocó bailar la Tarantella. Como siempre fue todo un logro poder desconectarme del trabajo para poder llegar a ver la actuación de Leonardo, pero felizmente y gracias a Dios, hasta ahora he podido estar presente siempre que Leo ha requerido mi presencia.


Mi hijo es un chico tímido al que le ha costado mucho ir perdiendo el miedo a salir en escena, y este año he sido gratamente sorprendida, puesto que le ha tocado representar en varias oportunidades a su salón y colegio en diferentes actuaciones.


Después de verlo bailar sin equivocarse y moverse al compás de la danza, no cabía en mí la emoción de ver cómo disfrutaba mi hijo del baile, en vez de sentirse obligado a salir a actuar.



Y recordé cuando Leo tenía 3 años y tuvo que disfrazarse de payasito para bailar en el nido por el "Día del Maestro" Cinco minutos antes de empezar el baile le dio un ataque de llanto, y se negaba a salir sin su mamá. Yo tenía dos opciones: sentarme con él y tratarlo de hacerlo callar, mientras mirábamos como los demás compañeros actuaban, o salir a bailar juntos para que viera que no había nada porque tener miedo. Ahora que lo pienso mejor, que vergüenza la de ser la única mamá bailando, pero en el momento que tuve que ser valiente y enseñarle a Leonardo a serlo, lo único que me importaba era que Leonardo entendiera y me creyera lo divertido que podía ser salir a actuar para los demás.



Recuerdo que sequé sus lágrimas, y en vez de molestarme con él, me agaché para estar de su tamaño y para que pudiera escuchar como le cantaba la canción, y cogidos de la mano, empezamos juntos a bailar. Le ponía caras graciosas y le sonreía tiernamente para que se sientiera con confianza y más relajado. A las finales funcionó porque dejó de llorar y juntos terminamos el baile.



Y por eso es que verlo cómo ha crecido y superado su pánico escénico me conmovió muchísimo. Porque así como sus tristezas y alegrías las siento mías, sus fracasos y sus logros también son mi responsabilidad. La responsabilidad de ser mamá y tener la sabiduría para saber qué decir y qué hacer, de ser más fuerte que mis miedos para que no se vuelvan suyos, y de tener la paciencia suficiente para convertir una situación de enojo o fastidio en un momento para enseñarle con amor.



Es cierto cuando dicen que educamos con el ejemplo, porque Leonardo ahora sale a exposiciones frente a todo su colegio, participa de los bailes y hasta toca flauta delante de muchas personas, y aunque sé que aún tiene miedo, lo sabe enfrentar; y eso es lo que cuenta.




 

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